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  • Writer's pictureLisbet González

‘’Emociones: ¿controladas o controlando?’’


Las emociones nos acompañan toda la vida; muchas veces nos mantienen en pie, otras nos ponen de cabeza, pero siempre dejando una enseñanza.

A medida que vamos avanzando en edad y en experiencia vamos controlando lo que sentimos y moldeando cómo sentirlo, aunque a veces, sin darnos cuenta, estemos a expensas no sólo de que las sensaciones nos controlen, sino de que nos lleven al filo del desespero y de la frustración.

Un salto en el estómago, una mala contesta, un grito, un gesto violento, unas lágrimas de desahogo y hasta un calor en el rostro, son algunas de las respuestas de nuestro cuerpo ante sentimientos que experimentamos. Pero, se ha preguntado si es usted quién reacciona dominando sus emociones, o si en cambio son ellas las qué lo dominan por completo.

¿Es usted quién se sale de control, al expresarse, o es de aquellos que se expresan con control?

Los psicólogos están convencidos de que las emociones son interpretaciones subjetivas propias, que dependen de nuestra crianza, formación e inclusive condiciones de vida.

Visto de este modo, pensemos en esas culturas en las que alimentarse de animales domésticos es apreciado como una inyección de carácter y personalidad, y en la nuestra, por el contrario, esa tradición es vista como el gesto más despiadado del mundo. Éste es un clásico ejemplo de cómo el mismo hecho: ‘’Alimentarnos de animales’’, es percibido desde dos ópticas totalmente opuestas.

Lo mismo ocurre con las emociones. Lo que para unos es simple y claro, para otros es un dilema.

En el simple comentario que muchos aprecian serenidad y hasta agradecimiento, otros descubren enemigos. Y cuando estamos prestos a atacar, debido a una interpretación negativa de una cierta idea, sacamos todo lo que llevamos dentro, descargando un cúmulo de tensiones, que, si bien lo han perturbado en silencio, ahora también pasan a perturbar al objeto de su ataque, y además por consiguiente le ocasionan a usted, un gasto de energía totalmente innecesario.

Si procedemos con ese deseo de sacar con ira aquello que tenemos dentro y la explosión es nuestra respuesta emocional, lograremos que se desate el animal que llevamos escondido. En ese instante estamos siendo fácilmente controlados por la mente, y nos encontraremos viajando en el tiempo a la adolescencia, donde escasamente podíamos llegar a conocer los 100 cambios emocionales de un minuto.

No digo que la calma y el silencio sean la solución a cada simple estallido interno, pero un par de segundos son imprescindibles para procesar en la mente si realmente vale la pena emplear nuestro preciado tiempo en explosiones de carácter o no.

Una buena forma de entrenarnos en cómo unos minutos pueden hacer la diferencia, es a través de los mensajes de texto. Si observamos un mensaje de texto que nos ocasione algún tipo de molestia, y en lugar de responder inmediatamente lo dejamos reposar por 5 minutos, es muy probable que nuestro análisis de la perspectiva inicial cambie un poco.

Los seres humanos tenemos básicamente dos modos de expresar emotividad. Lo hacemos a través de emociones básicas o de las llamadas secundarias o aprendidas.

Las básicas son aquellas que nacen con nosotros, como: la tristeza, el miedo, la ira, o la felicidad. Todas ellas surgen de manera inherente desde que somos pequeños, y poco a poco vamos controlando dónde y cuándo sentirlas.

Las secundarias o aprendidas son aquellas que ocurren como consecuencia de nuestro crecimiento, o nuestra interacción con los demás, ya sea la educación o la crianza, más bien derivadas no sólo de contextos culturales, sino de aprendizajes sociales. Entre ellas podemos citar: la honestidad, la ansiedad, la vergüenza, ,el cariño o la culpa.

Si hacemos un breve análisis de estas clasificaciones nos podemos dar cuenta que la mayoría de las emociones que detonan explosión, son emociones aprendidas, aquellas que hemos ido adoptando y aprobando para complementar la personalidad. Sin embargo, nunca es tarde para cambiar el modo de actuar, aunque el sentimiento de origen siga siendo el mismo. Explotar, ‘’hacer las cosas sin pensar’ y perder la conciencia por momentos, conlleva a arrepentimientos a corto plazo y a un uso innecesario de nuestra potencia como seres humanos, y de la propia fuerza interior.

La próxima vez que vayamos a reaccionar, hagamos una pequeña pausa, como si de un mensaje de texto se tratara, y en milésimas de segundos pensemos si es nuestro ser primario el que debe salir a flote, o si es el autocontrol quien debe primar. Después de todo, no solo es una señal de debilidad muy grande, ser dominados por otros, sino que lo es también ser doblegados por nuestra propia mente.

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